En
España siempre que existieron bandos, fueran facciones de presión de índole
variada, partidos políticos, banderías humanas… sobraron los principios
abstractos y generales y faltaron las concreciones sobre la buena
administración y el servicio a los conciudadanos. Fue norma armarse de
argumentos -y armamento, si fue necesario, que lo fue por norma- para alcanzar
el poder, para disfrutarlo en propio beneficio y el de los allegados y
clientes, y para ejercerlo implacable, siempre que fuera posible y preciso, contra
el
enemigo en sentido estricto, que nunca adversario de ningún
modo. Se lucha siempre sin tasa ni cuartel, a morir, con todos los medios, que
justifican el fin, para, insisto, alcanza el poder, monopolizarlo si es
posible, aprovecharlo y aprovecharme de sus resortes, insisto, en mi propio
beneficio y no hay mejor enemigo que el laminado, el muerto, el huido, el
humillado, el reducido a polvo y ceniza, que es de donde vino y nunca debió de
salir…
¿Qué
han logrado los partidos que tenemos en el hemiciclo y fuera de él, legales e
ilegales, desde el 75? ¡Cargarse la fresca fragancia de una democracia anhelada
y desvirgada, prostituida y envilecida con una celeridad que solo pueden mover,
a esa velocidad, el rencor, el odio, la maldad, la envidia, el individualismo,
la indolencia, la pereza, el proxenetismo, la inconstancia, el egoísmo, la
mentira, el robo, el estupro, la chulería…!
¡Qué
risa de las corruptelas menores de aldeas y chozas! ¡Qué graciosas burlas los
pequeños robos a la Administración de todos! ¡Qué hermosos los robos desde
palacios y sedes de grandes empresas y partidos! ¡Qué bien lo pasamos
cobrándonos las deudas seculares que tejimos en nuestros calenturientos y
odiosos caletres! ¡Qué divertidas nuestras casas pagadas por todos, en las
comilonas, en nuestros coches, en nuestras fincas, en nuestras fiestas
subvencionados por los conciudadanos! ¡Qué risa! ¡Qué inocentes e ignorantes
esos contribuyentes de toda laya que creyeron que la supuesta democracia los
llevaría al paraíso de la Babia terrenal!
¡Es posible que en esta situación se pudiera comprender que siento odio, pero
no lo siento porque no quiero sentirlo ni consentirlo, pero tampoco puedo
contener la rabia que provoca mi impotencia, nuestra incapacidad secular,
nuestra postración sin solución!
Siento no tener hoy más ideas ni más sentimientos que la rabia y la impotencia,
lo siento por usted Lo siento, de veras.
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