Donde reina el relativismo absoluto: hoy, aquí. En el
pensamiento, en la realidad cotidiana: el fin justifica cualquier medio –“¡Son
mentirijillas piadosas!”-. Todos dicen que todo vale, pero luego lo que no
entra por el ancho de su embudo vale menos de lo que se decía: “Ya no vale,
oiga: No juego”. Ahora, en estos días melifluos del Adviento -"¡Dios sabe lo que
eso será!"-, los pensamientos, sin que sus portadores conozcan su origen, se pueblan de
buenas intenciones e ideas de señorita catequista. ¡Lástima que las buenas
intenciones no sirvan sino para antes de empezar! De buenas intenciones, dicen –“¿Quién
lo dice?”-, está empedrado el Infierno –“¡Que no existe!, so ignorante”-… y así a
casi todos nos entran unos inconcretos deseos de ser buenos que se ven
reducidos a la nada: ni bueno ni malo –“¿¡No creerá usted que existe el bien y
el mal!?”. “La verdad, tampoco, oiga: la verdad no existe. Lo que haya oído, leído
o visto sobre la masacre de hace unos días en lo USA es de mentirijillas. No
fue verdad: vaya usted, si no y se lo pregunta a los papás de las niñas
asesinadas… ¡Puro videojuego, señorita!-”.
Qué días tan hermosos y felices… y a seguir barajando… Feliz
año nuevo, añadirán… Pues eso.
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