Para que usted pueda gastarse, ¡ay que pena!, mis siete millones de euros, lo primero y más necesario es que yo los tuviera.
Para que usted pueda bajarme el sueldo, ¡ay que pena!, lo primero y más necesario es que yo tuviera un sueldo.
Para que se conculquen los derechos que tendría como trabajador, lo primero y más necesario es que yo tuviera un empleo, pero no lo tengo.
Más de cinco millones de parados miran atónitos el cinismo de muchos socialistas y sindicalistas y se acuerdan de todos sus muertos desde la puta cuna del hambre.
A mí como funcionario, para bajarme el sueldo, nadie me dijo o me preguntó si quería que me bajaran el sueldo… o no… Me bajaron el sueldo los socialistas –dicen que nunca antes se vio en España- y no me tiré a la calle. Pensé y pienso que, en las circunstancias actuales, entre todos, todos, algo debemos hacer para salir del agujero… y entiendo por solidaridad la acción concreta, el hecho concreto, para quien en concreto, cercano, próximo a mí, lo necesita: esa es mi solidaridad.
A los socialistas fetén, a los sindicalistas fetén, que los hay y los conozco, con o sin carné, que Dios los ampare. A los socialistas y a los sindicalistas que montan a caballo y cabalgan a lomos del cargo, que declaran en la tele, que vociferan, que trabajan bajo el patrocinio del cinismo, el partidismo… No les deseo mal ninguno, según ellos, sino estar tres años en el puto paro con menos de quinientos euros… ¡ahí, en esa mula os quiero ver!
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