Felipe González
no era un animal político. Eso lo decía
Aristóteles de cualquier hombre: zoon
politikon. Felipe González era una bestia política, un atlante de la política
y lo público. Entre él y Zapatero estuvieron unos varios que eran y son
unos mindundis: ahí está Almunia y así nos va en Europa.
Cuando
servidor escribía en el papel prensa, Zapatero era Bambi. Un joven de León que nunca
trabajó en nada que no fuera del partido, no escribo de mozo del partido, sino del PARTIDO, ¡el PARTIDO! Y PARTIDO, así
escrito, en mi Andalucía no hay otro que el PSOE. En mi mili, en Infantería de
Marina, la Empresa era la Armada: pues eso. Zapatero comparado con
Felipe era un ser inocuo, inerme, inútil, casi inerte. Pasado el tiempo, por
sus conjeturas y deducciones llegó a sus visiones proféticas y, ya por último y
no sin esfuerzo, pasó a ser un auténtico iluso y un verdadero inepto. Así dejó
el título de Bambi para ser Zapatero I el Necio. Detrás de él arrastró a toda
una nación de necios, que somos nosotros, los imbéciles de los españoles.
A
este, a ese Zapatero, alucinado y quimérico, a ese creador de los millones de
parados, a ese que puso los polvos de estos lodos, a ese que no sabía
pronunciar la palabra crisis, a ese lerdo iluminado de la alianza de civilizaciones,
a ese de la memoria histórica que no llegó a memorizar y aprenderse el temario
del libro de Petete…
a ese Zapatero I el Necio quiero yo hoy también darle las gracias, como los
matrimonios homosexuales. ¡Lo mismito que ellos! Muchas gracias, Máximo Inepto, salve,
por ayudar tan eficazmente a ponernos donde hoy estamos. Gracias por
habilitarnos esta cloaca que habitamos. Gracias por este progresista regreso a
la selva… Gracias Zapatero…
Ahí le has dao. Ojalá te leyera el bambi y toda su charpa.
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