Usted puede encomendarse al
demonio.
Usted puede hacer reuniones
satánicas.
Usted puede decir que le
encanta la pornografía.
Usted puede llamar compañera
a su amante.
Usted puede llamar a la
oración desde el alminar.
Usted puede decir que es chiquito
alto, huevicorto y descojonado.
Usted puede jactarse de ser
un poyacorta o un pichafloja.
Usted puede reconocer su
homosexualidad, su bisexualidad, su hermafroditismo…
Usted puede cagarse en lo más
limpio y sagrado de las creencias de los demás.
Puede usted mentarle la madre
al más prójimo o lejano.
Puede usted alardear de ideas
obsoletas, necedades, gilipolleces…
Puede opinar y preciarse de
quedar en ridículo por su ignorancia infinita.
Puede usted vestir, andar y subir
y bajar las escaleras como quiera…
Puede insultar a tutiplén, sin
cargos ni consecuencias.
Puede usted… ¡y silbando! ¡¡Tan
contento!!
Ahora bien, eso sí:
Como usted haga referencia a su condición de católico.
Como usted diga pagar sus impuestos.
Como usted haga referencia a la Madre de Cristo, la Virgen
Santísima.
Como usted diga que quizá la Iglesia tenga razón.
Como usted sea honrado, sincero, cabal, honesto.
Como usted aporte datos objetivos sobre qué es y fue la
Iglesia.
Como usted intente dialogar y ser razonable…
Como usted hable de la verdad y su búsqueda, de su
existencia.
Usted es un cabrón desorejao, intolerante reaccionario
e inquisitorial, retrógrado, nazi-fascista-totalitario, papista y cainita…
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