No se ocupen: no sacará ni una pistola ni su chequera. |
Hace un pilón de años, en el discurso de ingreso en la
Academia, Paul Valéry comentó que se citaban las virtudes para burlarse de
ellas. Hoy, sin ingresar en ningún lugar, de momento, servidor constata que ya
no se citan las virtudes ni para burlarse de ellas. De la virtud no se habla.
Llevo años sin oír esa palabra en un centro académico. Estoy seguro de que son
multitud los educadores –padres, profesores- que ignoran qué sea una virtud y cómo
alcanzarla… La virtud la confunden con dones, valores, etc. y así nos va. Témporas
y almorranas, primas hermanas.
La fortaleza, virtud de las cardinales o morales, la tercera
no se trata en ponerse hecho una bestia en un gimnasio, “está petao”, dicen
ahora al que antes de le decía cuadrao,
hecho una mula… No. La fortaleza tiene que ver con la paciencia y la paciencia
tiene como rasgo el resistir sin atacar el mal objetivo que se recibe.
La paciencia se acaba cuando alguien afirma aquello de “ya no
puedo más”, “ya no aguanto más” y suele localizar el nivel de aguante hasta el
moño, hasta los cojones, etc. Es cierto que el valiente es paciente. No se debe
confundir con el principio estoico que para alcanzar la felicidad vive en el “renuncia
y soporta”. No. Las uvas, si están buenas y no alcanzamos a ellas, no nos
podemos engañar como la zorra diciéndonos que no tenemos ganas, que están
verdes, etc.
Dívar ha colmado muchas paciencias. Por muchos motivos, pero
también porque es un cobarde. Es mucho más valiente, ¡dónde va a parar!, quien
abandona, quien dimite… que el cesado, el expulsado, el destituido… Ya, si es
el perro quien te pone en la puerta, como a Pedro Picapiedra…, es que la has
jodido hasta las asas.
Los trajes de los valencianos, los coches regalados y los
viajes de valvulinas y pagados por todos, las vacaciones con queridas, queridos
y amiguetes, los recitales de hocico que se dan esos cretinos catetos metidos a
políticos, las tarjetas del cargo usadas en los clubes de copas y alterne… todo
eso es calderilla, chocolate del loro, desde el punto de vista económico y más
aún si lo comparamos con los miles y miles de millones de euros que se han
fugado no sé ni cómo, ni dónde… Dívar, el hombre, se ha dado unos garbeos por
aquí y por allí, lejos, donde no lo conocieran y a costa de esos mismos
desconocidos. Dívar se ha ido con el que le guarda la espalda y sólo él puede
atacarle. Todo lo que está saliendo huele que apesta. Un tipo como él, que no
sabe dónde va ni cuándo ni con quién es más peligroso que una piraña en un
bidet, entre otras cosas porque no estoy hablando guardia de la porra trabaja
en la puerta del Juzgado. Estamos hablando del Presidente del Consejo del Poder Judicial.
Dívar insisto es un cobarde. Él no va a
dimitir. Ahora menos que nunca. Dívar es ahora un marrano aculao que está
dispuesto a rajar a todos los perros que le entren de cara. Hará, por cobardía,
todo el daño que pueda, y si yo fuera el perrero en esa rehala no lo dudaba: lo
despachaba a mano en un abrir y cerrar de ojos.
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