martes, 20 de marzo de 2012

De risas al talego…


         Decía Rubén Darío que los poetas eran las torres de Dios. El comentario se cobra aparte y, por tanto, no me extiendo. Lo cito como apoyo para preguntarme quién se cree ser don Antonio Alemany ese periodista, escriba del señor Matas, condenado a seis años a la sombra.
         El otro día el Guerrero sin antifaz, lo comenté creo, iba silbando y riendo como Pulgarcito camino del Juzgado, paso previo para que la jueza Alaya, que tiene más huevos que todos los chiquillos de mi calle, lo guardara en el estaribel y le haya pedido una fianza que se le tienen que haber saltado las lágrimas de risa, ¡qué panzá de reír! El chófer del Guerrero, Trujillo, su escudero comprador de polvo blanco, 25.000 euros al mes para su señorito…, iba hoy camino de verle la cara a su señoría, a doña Mercedes, ya saben la jueza Alaya, con dos cojones donde los haya… Ahora veremos a ver cuando salga, a lo largo de la tarde, si cena en casa o le dan el set de baño, las toallas y el pijama del talego.
         Guerrero y su escudero, Trujillo, iban de coca, de copas y de mecenas de sus colegas, familiares…, con nuestros dineros, y sabían, estoy seguro, de que estaban mojando en taza ajena…, pero, insisto, y no me pierdo ¿y Alemany de qué iba…? Va mi hombre, agarra, se pone delante del fiscal y le mete un chuleo como si aquello fuera de echarse unas risas…, el patio mismamente del Cole y él quien más botellines de la Dorada roba en su barrio. Le preguntó el fiscal que si no le extrañó que le dieran 4.000 pepinos al mes por escribirle los discursos a Matas y dice que le parecían pocos…, ¡vaya risa! No satisfecho, por mearle un poco en la pechera al fiscal, va mi hombre, se estira, ¡por decir algo simpaticón!, le pregunta, así, a lo bobo, que si ha leído los discursos, encima… ¡la carguilla de leña no está mal!
         Sabes lo que te digo, Alemany, que vas a tener mucho tiempo para escribir ahora porque el juez te ha recetado unas vacaciones de tres años y la parida de propina, que decíamos en la Armada, es decir: nueve mesecitos de cola…
         Esto, señorita, es lo normal. Usted anda a patadas con los códigos y usted la paga, que la ignorancia no exime. Llega el juez y sentencia. Lo que no es normal es que, en las Españas, encima de ser un presunto delincuente, un delincuente como la pata un rucho, un chorizo confeso… ¡la leche de chorizaco!, además, saquen pecho ¡y se rían!: ellos, sus amigos, sus partidos, sus colegas… ¡las torres de Dios!: ahí, en la torre, es donde deben estar encerrados estos caballeros para redimir penas (Y para risas las que se meten los cabrones de la ETA en la jaula de cristal del Juzgado… ¡qué risa so hideputas, follones, malandrines!... ¡Qué risas!, ¿verdad?... En fin).

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