El pespunte que echaron a lo reinos los RR CC no fue definitivo. Con ese hilván llevamos cinco siglos españoleando más o menos, con mejor y peor fortuna. En el siglo XX entramos con tres morlacos negros zainos con muchos pases ya recibidos y con más mala leche que una gata paría. Llegamos a la República sin solucionar el apremio y Franco lo zanjó como lo hacen los cirujanos de hierro: con mucha democracia orgánica, es decir, por cojones.
Pidiendo pista el claudillo de las Españas imperiales unidas en lo universal y prietas todas las filas… se armó el acojone nacional. ¿Y después de Franco qué? El problema era semejante al que se le planteó un día a mi hermano Javier, que en paz descansa, al mirar el canario de casa en la jaula: “Papá, ¿y cuando el canario se ponga como una gallina, qué?”, verídico. Pues eso ¿cuando se muera Franco qué? Faltaba jaula o sobraban pollos.
Los viejos temieron otra guerra: las suturas nacionales no estaban cerradas, pero los costurones de la guerra estaban –y están- abiertos. El Rey, la UCD y unos y otros salvaron la situación mal que bien y así se hizo la supuesta modélica transición, que ahora parece que no lo fue tanto. ¿Y con los tres morlacazos todavía dando vueltas por la plaza? A saber:
Galicia, toro albardado, bizco del cuerno derecho, de corto recorrido, que entra mal a la muleta, se para y mira al torero…
Cataluña, berrendo, con más de 500 kilos, astifino, que entra bien por los dineros, tiende a pegarse de culo a los toriles y mira mucho al tendido norte…
Las llamadas Vascongadas, toraco pasado de kilos, encastado, de mirada distraída y atenta al tricornio del torero, la vara del monosabio y la pica del policía, que salta desde los medios al tendido y arma en barrera la de Dios es Cristo corneando, pisoteando… todo lo que se encuentra por delante.
¿Solución? Les echamos unos cabestros en forma de autonomías, catorce cabestros más, en concreto y así echamos a los corrales a los tres toracos que tenemos en plaza armando la marimorena… Ahí se parió la España autonómica y se empezaron a abundar en los sentimientos autonomistas, nacionalistas, particularistas, locales, esenciales, folclóricos… y así llegamos de nuevo a ninguna parte.
Problema: hemos multiplicado el número de casas por diecisiete. Antes teníamos sólo un IBI, un teléfono, un contador de luz y otro de agua, una tata para los niños, un coche, un veraneo, un almuerzo… y un fin de semana… Ahora tenemos: diecisiete santos que celebrar, diecisiete cumpleaños, diecisiete papás y otras tantas mamás, diecisiete teléfonos… cuatro hijoputas puenteando el contador de la luz y el agua para no pagar, el niño de la señora del 3º que se ha empicado en el melón y se ha traído dos queridas que le pagamos los diecisiete con la comunidad de vecinos; el veraneo de la tita sale del gasto del ascensor, que son, por cierto, doce ascensores y trece montacargas… y unos quieren pagar a la comunidad y otros dicen que se pasan el recibo por el arco de cuchilleros… y así, los políticos, nos traen y nos llevan, gasta el presidente, el tesorero, el administrador, el del primero y el quinto, y los muertosdelfaraón lo que no hay ni habrá en la caja y agarran van y piden un préstamo a lo que se lo den, ¿acaso lo van a pagar ellos? Y aquí estamos con que la abuela se quiere comprar un vespino con el dinero de la declaración del nieto que aún no ha nacido, pero a esto le llamamos progreso, es decir, gastar por delante, gastar lo que no tenemos, comernos lo que no es nuestro, endeudar a todo quídam y esto, señoras y señores, es ESPAÑA…
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