martes, 27 de marzo de 2012

El CANTAR DE MÍO CID: una explicación a las urnas andaluzas.


         No sé exactamente por parte de quién, pero mi compañero Enrique Vílchez es pariente del oráculo de Delfos. Ni que decir tiene que es sabio en ardides como el viejo Ulises y así, viendo nuestra torpeza intelectual en la interpretación de lo sucedido en la Andalucía del PSOE, al sur, en las últimas elecciones me ha dicho, talmente un oráculo: “Tú, solo tú, en el Mio Cid, hallarás la respuesta”. Estas cosas así, coño, al pronto, imponen, cómo no, acongojan y cargan de responsabilidad, pero yo sabía que él me llevaría como Virgilio al florentino por los vericuetos de estas veredas, andando en bici, pie enjuto y sin tropezar en piedra… y así, casi escribo al dictado.
         “Recuerda que el héroe se representa a él, al grupo y a los individuos del grupo”. ¡Tate! El Cid es Griñán y su partido todo, según y como. Nada de culpas al partido, nada de responsabilidad del jefe: ¡el agua! Es el agua de Sevilla. Mio Cid fue enviado a Sevilla allá en el siglo XI con sus mesnadas, talmente que Griñán, a cobrar las parias del rey su señor, don Zapatero, el menor. Fue allí, en Sevilla, no en otra ciudad, donde el Cid enganchose con la manteca, que no Griñán, que no el Cid por su mano, sino que otros, Martín Antolínez, ardida lanza, y los sus hombres partes de las parias hicieron y repartieron y así el rey su señor, don Zapatero, lo largó al sur y don Alfredo, el Alquimista, lo vio partir y volverse con extraño gesto en el rostro. ¡Ay, qué buen caballero, si tuviera gran señor!
         Siguiendo el hilo interpretativo del oráculo, don Arenas y sus huestes son los Beni Gómez… ¡la aristocracia de la sangre! Ellos no son la España del cincel y de la maza. Ignoran cómo se ha de trabajar el voto y laborar el paro, son la España soleada y rica en herencias y prebendas… No, Por el codo ayuso la sangre destellandono no corre entre estos nuevos Ansúrez-Beni Gómez, ¡ah, más cómo sabe don Griñán, que en buen hora nació, dónde le aprieta la cincha al caballo y la espada le baila! Durmiéronse don Arenas y los suyos; y escapose el león de la corrupción, el león de la oportunidad de la mayoría absoluta, don Griñán y sus hombres serían desterrados y vueltos a las áridas tierras donde no hay prebendas ni parias, ni el dulzor corre de los miles de monedas de oro en el arca fija…, ¡ay quién viera al león! que Saliose de la red y desatose, ¡ay el jodido león!: allí viéredes los hombres de don Arenas, acojonados al montón…, mas llegóse Don Griñán, Mio Cid, ese campeón, que en buena hora nascióQue así recio y claro lo dice el Cantar:

         El león, cuando lo vio,          mucho se amedrentó;
         Ante mío Cid, don Griñán,        la cabeza humilló y la boca bajó.
         Mío Cid don Griñán          del cuello lo tomó  
         Y llévalo de diestro          y en la urna le metió.

         El león prefigura los votos de Al-andalus… y la red las urnas, allí donde metiéronse a millones los andaluces. Visto así el hecho, el mismo león envergonçó como tantos y tantos andaluces.
         Çien caballos gruessos y corredores envió mío Cid don Griñan a su señor de Castilla, que todo estaba salvo, le dijo a Martín Antolínez, ese caniche bribón: que metió mano al espada que no a la paria pagada, que algunos de sus hombres fueron, que ya los tiene a buen recaudo guardados. Que aún teme, ¡ay de mi Alaya!, solo a la jueza de Alaya, ¡dos cojones donde los haya!…
         Del acojono que tenía, dudando si el león quedaría o no en la urna, Mio Cid, don Griñán De los sus ojos tan  fuertemente llorando, suspiró, ay mío Cid, pues tenía muy grandes cuidados. Allí habló de nuevo don Griñán tan bien et tan mesurado: ¡Esta vez estuvo bien cerca la jodienda!, mas no os asustéis mientras estos sean nuestros enemigos malos, los seguiremos pelando, vivos, y poco aguados, en agua fría los pelaremos, aquí como en Utrera. Y así mandó allí soltar las riendas y volver a sus mesnadas a cabalgar de grado.

***

         Según el profesor Vílchez, el problema del trinconeo lo da el agua del Guadalquivir al pasar por Sevilla. ¿Dónde estaba el patio de Monipodio? ¡Coño, en Sevilla!... Está claro lo del agua. Esta hipótesis del profesor Vílchez requiere aún algunas confirmaciones químicas, pero ya se ve que la clave está en la literatura española, que nada hay nuevo bajo el sol, según el Eclesiastés… Que nada de culpas y culpables. Don José Griñán como Rodrigo Díaz de Vivar cabalgan por la nobleza de devolver al pobre lo robado por el moro o el cristiano, da igual de dónde lo sacaran los reyes de Sevilla o los recaudadores de Hacienda, que ellos y los suyos no son escrupulosos… y así, amigos, cabalgamos. Quizá tengamos más episodios, aunque estos trances son agotadores… El Cid don Griñán cabalga de nuevo sobre Babieca, ¿que será Valderas, digo yo, no, Enrique?

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