Don Francisco de Quevedo. |
No creo que seamos muchos quienes le hayamos dedicado horas
a las obras de Diego Torres de Villarroel, personaje, sin duda, cuando menos,
curioso de nuestro siglo XVIII, tan mal estudiado hasta no hace mucho. En sus Visiones y visitas de Torres con D.
Francisco de Quevedo por Madrid queda claro, por lo explícito del título,
el contenido de la obra, cuenta Villarroel una supuesta visita al Madrid de su
época llevando de la mano, como Virgilio al florentino, a don Francisco de
Quevedo con quien el otro día me encontré, por cierto, en la puerta del juzgado
azorado, molesto, cabreado y azacanado, por causa que ignoraba, mas contra la
justicia. Villarroel su amigo me avisó.
Explicome airado, con sus ojos de cristal al
pecho atados, que un magistrado de la provincial de Alcalá de Henares, quizá de
sí mismo enamorado, por acusación de ignoraba quién, le abrió información y
causa. Era este el motivo por el que salía del juzgado. Le requería el golilla
por averiguar si fueron homófobos ciertos poemas de risas con negros, mujeres y
bujarrones, que hallado había entre pliegos de la calle y que llevaban por
firma del pueblo el ser suyos y averiguaba si expurgar. Sin tregua ni formas
adecuadas, según me dijo, fue recogido por dos corchetes a la puerta de la casa
de un amigo, donde andaba de visita, y de patas delante del curial fue puesto
don Francisco.
No me extiendo pues mucho me temo que
será condenado el poeta y otros muchos burlones y sátiros, mordaces y deslenguados
por tan alto tribunal… Conociendo a don Francisco, no me extraña -como me
aseguró un primo del escribiente de la audiencia- que entre risas e ironías, el
cojo bisojo, le recitó a su señoría un soneto que él de su puño y letra firmado
tenía sobre un bujarrón italiano llamado Julio, que al decir, murió por
cabalgado…
Disconforme y
enojada su señoría, corrido de risa el público asistente, quedo e indeciso el
escribiente, asumió, motu proprio,
don Francisco aquella esotra letrilla donde al inculto y al llorón, al ignaro y
al cortito destripole algo de carrerilla:
Es profuso y es muy
culto
nuestro idioma al
insultar,
pero yo no tiro al
bulto
y olvidando el cruel
insulto
sólo voy a
calificar:
Yo te digo maricón
y
con esto no te insulto,
Allí fue Troya sin continuar, según don
Francisco me confesó, pues de todo ello salió retahíla sin mordaza y así de
puto y de nefando, de bujarra, mariquita y bujarrón, sodomita enlazara con
bardaja, invertido salió el tomante, pues hubo donante y tomador…
Se agitó su señoría en el estrado, las
risas eran de tronío y así, quiso el juez metido a sastre pío tomarle por
socarrón la medida a don Francisco, expurgarlo y quemarle los libros pretendió,
que no se dice mariquita, sodomita y bujarrón… Pensó su señoría que quizá don
Francisco se achicara, que no fue así, por desconocer al muy impertinente, que
recogió versos del Manco y despidiose a lo valiente:
Y luego,
incontinente,
caló el chapeo,
requirió la espada,
miró al soslayo,
fuese, y no hubo nada.
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