sábado, 5 de mayo de 2012

¡Qué risa don Emilio!


         Trajes azul plomo. Camisas blancas. Corbatas rojas. Tirantes rojos. Cartera en números absolutamente negros y en tinta invisible. Rostro atezado. Ojillos de hurón chino. Pequeñuelo y calvo. Rico. Banquero… Sí, he escrito: banquero que no bancario. Sonriente siempre. Aire de merendarse al más pintado. Suegro que fue de Severiano Ballesteros, que en paz descansa. Sí, Emilio Botín… ha hecho unas declaraciones que han levantado ampollas, indignación, furor, cólera…, ira, quizá odio.
        El rico en los países latinos de raigambre católica no está bien visto. El rico suele ser tachado por su oscuro pasado personal o familiar. El rico patanegra no se hace en una generación y nunca con una renta del trabajo. El rico lo es por su casa y a base de mucho laborar, de suerte, de partir de situaciones ventajosas: fábricas, empresas, activos y pasivos, muebles e inmuebles, amistades e influencias, tierras valiosas… El rico que viene de generaciones huele a tatas y niñeras, a sábanas de hilo, cubertería de plata y vajilla de loza fina. El rico que le viene por la cartera y por la sangre de su casa sabe qué hacer con la servilleta y la pala del pescado. El rico de casabién, de niñosbién sabe sonarse la nariz sin estruendo en su pañuelo de tela y devolverlo al bolsillo sin aspavientos. Sabe coger una copa, elegir un vino. El rico fetén se dirige al servicio como quien nació con el don del ordeno y mando y sabe que será obedecido sin duda, del tirón. Saben ponerse un jersey sobre los hombros, elegir los calcetines y que la corbata no desdiga del traje que su señora viste… El nuevo rico se lleva el cuchillo a la boca sin darse cuenta, no come fruta porque no sabe pelarla con el tenedor y el cuchillo; y si está pelada tampoco: no se fía de las frutas exóticas que nunca vio. El nuevo rico tiene aún pelo de la dehesa de la que lo sacaran, fuera de vacas o de cemento y ladrillo. Al nuevo rico no le cambies el vino peleón de costumbre ni sabe qué hacer con la servilleta que, una y otra vez, sin abrir, se lleva cerrada a la boca y la deposita, muy doblada y apretada sobre la mesa… El nuevo rico al cortar la carne despega los codos de los costados y más parece banderillero que comensal. El nuevo rico, el rico cateto huele el plato que le sirven y toca con el dedo que, por supuesto, se chupa con fruición…
        Emilio Botín, sin mirarle las muelas del juicio, se le echa de ver que viene de la estirpe de los banqueros genoveses, de los banqueros alemanes que se codearon y mandaron sobre Austrias y Borbones. Emilio Botín sabe hacer un doblete de perdices en un ojeo sin parpadear y te mide la eslora de un barco sin equivocarse un palmo. Emilio Botín se pasó a Bambi, ZP I el Necio, por el forro de sus caprichos mientras en nenaco de León babeaba ante los puños refulgentes de la camisa blanca y la cuidada manicura de unas manos acostumbradas a coquetear con originales de balances, a acariciar folios de 90 gramos color caña donde van escritos números y breves párrafos que informan de lo que muchos no hemos ni oído hablar en nuestras vidas.
        Emilio Botín en España quizá sea el banquero más conocido, el más odiado, el menos oportuno para decir "Lo estamos pasando mal, muy mal. El año 2012 es un año muy difícil, pero veo el inicio de una mejora clara a partir de 2013 y, desde luego, en 2014". Ese plural no es un plural mayestático porque él se pasa la crisis por los fondos de sus muchísimos millones de euros…, que no por la necesidad. En su casa se sigue merendando todos los días y sus nietos no tienen problemas de zapatos heredados y deformados… Ese estamos… es una concesión del rico, del poderoso… a los pobres que lo vemos cómo sonríe… don Emilio. Ah, se me olvidaba: ¡Qué simpáticos son siempre los ricos! ¡Qué buenas bromas gastan y de qué buen humor suelen estar! Ya digo, ¡qué risa, don Emilio!

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