Ya entiendo que para las
relaciones diplomáticas, de ordinario, la ley del talión no es la medida más
adecuada. Tampoco parece aplicable aquello de donde las dan las toman. Mala actitud para hacer amigos desairar al
vecino. No obstante estoy dispuesto a defender hasta la sangre la posición de la Reina, mi señora, de no acudir a los 60
años de reinado de Isabel II, reina de los ingleses y sus colonias,
señora de la pérfida Albión.
Lo que
no podemos hacer, ni debemos, es comportarnos como si no ocurriera nada, como
si no pasara nada, traslarín, traslarán… Las relaciones de España por Gibraltar
con Inglaterra son tensas y deben serlo. Habrá muchos pisaboñigas a quienes les
importará una higa lo que ocurra al respecto. A otros, no. Franco, que creo que se murió, pero
sigue vivo en el pensamiento, los hechos y las reivindicaciones de la izquierda
y de la derecha española, afirmó que Gibraltar caería en nuestras manos como
fruta madura. Buen estratega, dicen, no era ni era muy listo, pero no le
pelaron la guerra y a lo bobo se subió en el machito y anduvo 40 años
pastoreando a este pueblo cerril. Pues no, profeta, con acierto, a día de hoy,
no lo era el gallego bajito de voz aflautada… Gibraltar, ese peñón lleno de
monos y de llanitos que hablan inglés con acento de La Línea, ahí sigue con sus bobbies y sus coches con el volante en
la derecha… y jodiendo el pasodoble.
En Las guerras de nuestros antepasados, contaba
Delibes
que Padre,
cuando bajaba al sur con el tractor para trabajar, siempre se llegaba a la
verja para vocearles a los guardias del otro lado y mentarles a la madre y eso
para así lograr que por fin, su hijo, Pacífico Pérez, tuviera su guerra, tal y como la
habían tenido el
Bisa, el Abue y él mismo… Tampoco fuera quizá lo más conveniente, no
obstante los ingleses no se arrancaron por derecho.
Lo
primero que le dijo nuestro actual ministro de Asuntos Exteriores, que me
parece un tipo clarito en el hablar y sensato en el decir -durmiendo, le da
cien vueltas, al huevohelado de la
Trini-, pues eso García-Margallo, cuando se echó a la cara al que
llaman su homólogo inglés, insisto, ¡la
primera vez que lo vio!, le mentó el Peñón, lo que venía a ser como lo que hacía
Padre, es decir: ciscarse en su madre y en todos sus muertos y no importarle
hacer o no amigos. Aquí hemos venido a servir a España: no hemos venido a
coleguearnos con unas copitas en la mano… ¡Jijí, jajá! “Desaire español” chamullan en inglés los periódicos en inglés: snub over, es decir, que la Reina, mi Señora, le hace
diplomáticamente una peineta a esa señora de raros sombreros y mal gusto en el
vestir que hará que su hijo gobierne con garrota… Pues no, mire usted, señora:
usted celebrará su cumple con sus amiguitos, pero no cuente conmigo. Usted y
sus familia no dejan de meternos sus pérfidos deditos en los ojos y no pueden
pretender ahora que nosotros les besemos en la boca, les llevemos unos
regalitos y como si nada… No. Lo siento…
¡Y que
cumpla muchos más!, pero en su puñetera casa y Dios en la de toos.
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