Hola, buenas, disculpe que le escriba una carta sin conocerlo. No se crea, tampoco yo me conozco apenas. No tengo ni nombre. En realidad yo ni siquiera llegué a nacer, ya ve. Le cuento.
Mis papás, antes de yo ser, en muchas ocasiones intentaron tener bebés. Ellos se creían y se creen en el derecho, ¡como todos!, de tener un niño. Son los tiempos que corren: tener un coche, tener un perro, una casa, tener un niño… Mi mamá y mi papá tenían dificultades y el niño que con tanto deseo y ahínco anhelaban no era concebido.
Para mis papás, como para muchos, el fin justifica los medios. Se sometieron a varias sesiones de fecundación, ¡hasta ocho veces!, para que se produjera una fecundación in vitro. Mi mamá quería ser mamá… como fuera, ella tenía derecho a tener su hijo… ¡Por fin a la octava vez fui yo! Antes que yo se fecundaron muchos óvulos, que eran también niños como yo, pero se descartaron, murieron… ¡eran niños chiquitos chiquitos, como yo, hermanitos míos, como yo…, pero tampoco llegaron a ser grandes, como yo!
Estando en la barriga de mi mamá me encontré que tenía otro hermanito conmigo. ¡Fue hermoso aquel encuentro! Éramos felices en el vientre de nuestra mamá que también ya se sentía molesta, pero feliz: ¡se había cumplido su deseo…!: ¡Iba a ser mamá! ¡Qué hermoso!
Una de las veces que fuimos con mamá al médico le dijeron, lo oímos mi hermano y yo, que él estaba enfermito. Tenía una enfermedad vascular. La verdad es que yo había notado que le pasaba algo, que de vez en cuando no se encontraba bien. Yo sufría con ello. Fue entonces cuando mamá habló con papá de unas palabras que nunca antes oí, de una expresión… interrupción voluntaria del embarazo… “¿Qué será eso?”, me preguntaba, y le preguntaba a mi hermanito.
Fuimos de viaje de Cádiz a Sevilla. Allí un médico, encargado de curar, vio a mamá. Este médico habló de practicar un aborto… Eso sí lo entendimos mi hermanito y yo. Fue un momento terrible: iban a matarlo, pobrecillo, porque estaba enfermo. Cuando visitamos en alguna ocasión a los médicos, nosotros vimos a niños enfermos, ¡pero no los mataban! Se ve que, como nosotros éramos pequeñajos, se nos podía matar tranquilamente. Mamá no estaba feliz. Mamá estaba preocupada… El médico dijo que procedería a realizar una fetolisis selectiva, es decir, iba a matar a mi hermanito en el vientre de mamá: lo vi cómo cogió una aguja fina, larga, hueca y pinchó en la barriga de mamá. Sentí una pena profundísima por mi hermano. Fue entonces cuando vi que la aguja vino hacia mí y me penetró en mi cuerpecillo hasta asesinarme… Desde ese momento pasé a otra dimensión en la que vivo, desde la que le escribo… Me marché, pero me quedé un poco… ¡es difícil de explicar esto! ¡Soy tan pequeñajo, que apenas pude aprender durante unos meses!
Mi mamá se fue más tranquila. Mi hermano estaba a mi lado, aunque yo propiamente, ya digo, no estaba del todo. Seguía enfermito mi hermano, pero vivo… “¡Algo es algo!”, me dije. Mas un día mi mamá fue a otro médico que le dijo que habían matado al feto bueno, al feto sano, al niño deseable, anhelado, esperado… y que mi hermanito aún estaba allí en su vientre, pobrecito, enfermo, detestable, rechazado, indeseable… Lloró y lloró mi mamá, pero lo hacía por ella, se compadecía de ella, sintiéndolo por ella, sufriendo por ella…, dolida por ella, ¡pobre mi mamá! Deseaba estar muerta, pero a quien realmente asesinaron fue a mí, tan sin culpa, tan chiquito, tan ilusionado como estaba por vivir…
A mi hermano le hicieron el mismo proceso de la aguja que a mí. Luego abrieron el cuerpo de mamá, pobrecilla, y nos sacaron a los dos… ¡qué raro nos pareció el mundo! Ahora mi hermano ya no está enfermo y seguimos hablando y nos vemos y charlamos… y jugamos. ¡A él le gusta estar muy muy pendiente de mamá! Yo… también. Traíamos todo el amor del mundo para amarla y aún lo conservamos intacto, indemostrado…
Mi mamá, ya sabe usted cómo está el mundo, enfurecida contra los médicos les pidió dinero y dinero… ¡Eso del dinero es muy importante en el mundo, aunque yo reconozco que no lo entiendo bien, ya saben, soy chiquito! Mi mamá y mi papá pedían dinero. Yo creo que era para llorar menos… Para sufrir menos.
Un día se lo pregunté a mi hermano… “Oye, ¿y tú y yo no podemos pedir también dinero? ¿Dónde tendríamos que ir a pedirlo?”. Mi idea es consolar con él a mi hermano enfermo y lo que me sobre dárselo a mi mamá para que tuviera más y así también consolarla a ella… ¡Sufre tanto la pobre!
Oiga, perdone, disculpe que le escriba una carta sin conocerlo, ¿me puede decir dónde debo pedir el dinero para mi hermano y mi mamá?
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