lunes, 30 de abril de 2012

El tiranuelo venenoso...

A la derecha de don Francisco Gento, el tierno infante Alfredo Rubalcaba.

        Conste que en política casi todo vale. Medito y no sé por qué escribo casi. Maestra en estas artes fue sin duda la vieja puta Celestina y ahí quedó de por siglos el personaje y sus saberes de faldas y pantalones, de invocaciones diabólicas, de pupilas y zurcidos de virgos… “A tuerto o a derecho, mi casa hasta el techo”. Y quien duda le quepa, que se ponga a ella que no perderá el tiempo leyendo la espléndida obra.
        En su Príncipe, Maquiavelo defendía la mentira o el engaño como arma válida para el gobierno, y bien que se usa y se seguirá usando en el trato entre políticos, entre políticos y gobernados. Hoy mismo oigo a un sindicalista decir que quizá en la conversación que mantuvieron él y un político o bien el otro no dijo la verdad o la enmascaró, es decir, dijo una verdad a medias que es otra mentira igualmente rechazable. Moneda de uso cotidiano.
        En general el hombre es un animal enseñado desde pequeño a mentir. Hay mentirosos compulsivos. Mentirosos enfermizos. El drogadicto miente muchísimo. Algunas personas mienten más que parpadean y duermen con los ojos abiertos… El político miente a calzón quieto y sin rubor. La mentira no es un error: no, la mentira requiere de la voluntad de mentir, de engañar al otro, por beneficiarse de las consecuencias de la mentira: se miente en los negocios y así de lindo nos ha ido con pequeñas mentiras en esto de la crisis.
        El niño miente por miedo o por temor casi siempre. El adulto miente o hace daño por miedo, por temor y por odio, arma esta demasiado pesada para el joven, pero que el adulto puede usar con cierta facilidad. Si el adulto, además, es medianamente hábil, la mentira se alimenta del rencor. Hay personas que por agresión de otras personas, por sucesos de la vida, allá en el hondón de su mundo interior cultivan con esmero el daño recibido, procuran que incube y fermente la acritud y así el resultado se hace pócima de todo acto, compuesto de todo dicho, mixtura de todo gesto y anda el resentido repartiendo veneno a diestro y siniestro. El agresivo, el provocador tiene fama en esta sociedad de gracioso, de inteligente… si además es un punto irónico… ¡la leche, qué risas!
        "Siempre que se produce una mayoría absoluta, en el PP aparecen tics autoritarios, que están en el ADN de la derecha española"…, me lo pone a huevo Rubalcaba, pero lo dejaremos pasar para la obra El indecente resentido.

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