jueves, 26 de abril de 2012

Descansen en paz los pilotos ayer fallecidos.


        Querido Antonio:

        Esta mañana, recién sucedida la noticia del accidente de aviación, la escuché en la radio. Un aparato del ejército. Un aparato en prácticas de vuelo. Los datos eran escuetos. Accidente de avión, dos fallecidos, avión de instrucción. Uno siempre se teme lo peor. Como comprenderás mi primer impulso fue echarte el teléfono, llamar a la abuelita, a tu madre, a tu tía… Cuando pasaron los minutos me calmé al pensar que quizá sólo el dinero corra más que las malas noticias. El dinero y las malas noticias… vuelan.
        Siento de veras el suceso. Siento que haya sido un compañero de tu camareta –así creo que llamáis a las habitaciones en la aviación-. Lo siento. Tú sí sabes el nombre del alférez, tu compañero, y del capitán, tu superior. Recé por ellos de momento.
        Intento hacerme cargo de lo que sentirán sus familias, pues puedo llegar a imaginarme qué hubiera sido lo nuestro de ser tú el alférez. Dios no lo ha dispuesto así. Es terrible la muerte, Antonio. Eres joven y aún tienes pocas experiencias de lo que es la desaparición de un ser amado para siempre. El desgarrón terrible que causa cualquier muerte, pero más aún la muerte a deshoras, destiempo. El viejo enfermo que fallece da pie con su enfermedad a calcular qué puede suceder. El joven que muere, y el capitán y el alférez lo eran, es un contradiós, un sinsentido… Difícil asumirlo. Imposible comprenderlo. Innecesario por inútil pedir explicaciones a quien lo ha permitido y que sabemos Bueno, la suma Bondad… Te preguntarás y se preguntarán los familiares de estas personas el por qué, el para qué… Se nace un día, porque Dios así lo dispone. Quien no sea creyente pensará porque el Destino –con minúscula quizá, el destino- así lo dispuso. Se nace solo… y un día, sin explicación, uno vuelve al Ser… El incrédulo dirá que se vuelve a la nada… Otro día, Antonio, se muere también solo.
        Al hombre que todo cree poderlo no tiene más remedio que terminar por aceptar la despedida de quienes mueren.
        ¿Qué pensaron el capitán y el alférez mientras el avión se precipitaba sin solución contra el suelo? ¿Qué dirían al ver que los sillones no se impulsaban, no salían…? Creo que a esto se le llama ejectar. Mecánico o humano el error… tanto da. Si mecánico, seguro que se tienen previstos mil protocolos para evitarlo…, pero incomprensible e inexplicablemente ha ocurrido, se ha colado un error en la perfección que cree engendrar el hombre que olvida su indigencia, su menesterosidad… Si humano, imponderable.
        Rezo por tus compañeros. Rezo por quienes quedáis vivos. La vida sigue. Todo continúa. Te parecerá increíble que mañana salga de nuevo el sol, que tengáis clases, que haya que volver a volar, que te volverás a montar en un avión como el accidentado, que volveréis a tomar unas gaseosas y a echar unas risas… Sí, la vida sigue, la vida continúa… No es por crueldad, Antonio, es que la vida es así. La vida es el perpetuum mobile.
        Con el cariño de tu tío, por favor, da el pésame y mis condolencias a tus mandos y compañeros de Academia. Un abrazo muy fuerte y mi cariño en momento tan duro, insisto, para ti.

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