Querido Antonio:
Esta mañana, recién sucedida la noticia
del accidente de aviación, la escuché en la radio. Un aparato del ejército. Un
aparato en prácticas de vuelo. Los datos eran escuetos. Accidente de avión, dos
fallecidos, avión de instrucción. Uno siempre se teme lo peor. Como comprenderás
mi primer impulso fue echarte el teléfono, llamar a la abuelita, a tu madre, a
tu tía… Cuando pasaron los minutos me calmé al pensar que quizá sólo el dinero
corra más que las malas noticias. El dinero y las malas noticias… vuelan.
Siento de veras el suceso. Siento que haya
sido un compañero de tu camareta –así creo que llamáis a las habitaciones en la
aviación-. Lo siento. Tú sí sabes el nombre del alférez, tu compañero, y del
capitán, tu superior. Recé por ellos de momento.
Intento hacerme cargo de lo que sentirán
sus familias, pues puedo llegar a imaginarme qué hubiera sido lo nuestro de ser
tú el alférez. Dios no lo ha dispuesto así. Es terrible la muerte, Antonio.
Eres joven y aún tienes pocas experiencias de lo que es la desaparición de un
ser amado para siempre. El desgarrón terrible que causa cualquier muerte, pero
más aún la muerte a deshoras, destiempo. El viejo enfermo que fallece da pie
con su enfermedad a calcular qué puede suceder. El joven que muere, y el capitán
y el alférez lo eran, es un contradiós,
un sinsentido… Difícil asumirlo. Imposible comprenderlo. Innecesario por inútil
pedir explicaciones a quien lo ha permitido y que sabemos Bueno, la suma Bondad…
Te preguntarás y se preguntarán los familiares de estas personas el por qué, el
para qué… Se nace un día, porque Dios así lo dispone. Quien no sea creyente
pensará porque el Destino –con minúscula quizá, el destino- así lo dispuso. Se nace solo… y un día, sin explicación,
uno vuelve al Ser… El incrédulo dirá que se vuelve a la nada… Otro día,
Antonio, se muere también solo.
Al hombre que todo cree poderlo no tiene
más remedio que terminar por aceptar la despedida de quienes mueren.
¿Qué pensaron el capitán y el alférez
mientras el avión se precipitaba sin solución contra el suelo? ¿Qué dirían al
ver que los sillones no se impulsaban, no salían…? Creo que a esto se le llama ejectar. Mecánico o humano el error… tanto
da. Si mecánico, seguro que se tienen previstos mil protocolos para evitarlo…, pero incomprensible e inexplicablemente ha ocurrido, se ha colado
un error en la perfección que cree engendrar el hombre que olvida su
indigencia, su menesterosidad… Si humano, imponderable.
Rezo por tus compañeros. Rezo por
quienes quedáis vivos. La vida sigue. Todo continúa. Te parecerá increíble que mañana
salga de nuevo el sol, que tengáis clases, que haya que volver a volar, que te
volverás a montar en un avión como el accidentado, que volveréis a tomar unas
gaseosas y a echar unas risas… Sí, la vida sigue, la vida continúa… No es por
crueldad, Antonio, es que la vida es así. La vida es el perpetuum mobile.
Con el cariño de tu tío, por favor, da
el pésame y mis condolencias a tus mandos y compañeros de Academia. Un abrazo muy fuerte y mi cariño en
momento tan duro, insisto, para ti.
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