Tertulia
amable de amigos. Distintas edades, distintas tendencias políticas, distintos
sexos… El sentido común acampa. Lo tengo claro. Sólo los ricos se pueden oponer
por sistema y frontalmente al reajuste, al recorte, a las reformas. Entiendo
por rico quien tiene, quien siempre tuvo, quien tendrá todos los derechos,
incluido el de negar lo evidente. El rico no está acostumbrado a que se le
niegue nada. La templanza no está entre sus virtudes. “El mes que viene le toca
comprar los zapatos a tu hermana. A ti, después”. Era normal donde lo poco que
hubo se repartía. La clase media que ha estructurado la España invertebrada de Ortega, esa clase que siempre llegó a final de
mes con el gasto ajustado al cobro de primeros del mes siguiente, esa clase
media de funcionarios medios, de autónomos medios…, de empleados medios: ¡esos lo
entendemos de cine! “Este mes no fue posible ahorrar ni mil pesetas”. No me
refiero a esos que durante la burbuja nos decían a los funcionarios que éramos
unos pelaperros, unos andarríos, unos pillatigres, unos satélites… y se reían
de mí en mi cara esos alumnos míos –y tuyos- que levantaban 400 papeles todos los meses en los destajos
de la costa. Ubi sunt? Entonces todos
se reían de nosotros, de la clase media, de los pringados de siempre, de los
funcionarios, de los connómina, esos que siempre dijimos la verdad, toda la
verdad y nada más que la verdad a una Hacienda que nos tiene trincados por la
nómina. ¿Qué hay de lo que declaraban esos destajistas y esos médicos y esos
abogados, y esos albañiles reconvertidos en contratistas, y los carpinteros, y
los herreros y esos vendedores de coches…?
“¿Cómo va a funcionar un país donde sus
funcionarios están de cafés y periódicos?”, se preguntan. Me sigo yo
preguntando dónde están los muchos euros que ganaron, que despilfarraron, que
no existían y eran sólo humo… Ubi sunt?
¿Dónde están esos empresarios de mucho móvil, coche de alta gama, muchas
comidas, la nueva cocina… y la ropa
cara? No eran muchos de ellos sino meros comisionistas, intermediarios,
listillos… que no creaban nada, que no generaban nada.
Si esta familia quiere salir adelante,
esta familia debe ahorrar, gastar menos, fumar tabaco negro, usar menos el
coche, gastar lo necesario, ahorrar lo justo y ser sensata… El sentido común,
ya se sabe… Y lo peor no es eso: lo peor es que en esta España nuestra, de diez
cabezas nueve embisten y una piensa… ¡Pues hale a pensar y ser sensatos y
honrados!
Cuanto niñato de BMW dando acelerones, cuando cualquier pelopincho podía entrar en el club de los 2400.
ResponderEliminarLo peor es que en esa época los bancos te daban 240.000 euros de hipoteca si presentabas una autorización para ir de excursión al Zoo de Córdoba firmada por tus padres.